"Quizá los animales están más adelantaos que los japoneses y que nosotros"
Silvio

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viernes, 8 de octubre de 2010

Al final, Haneke (y III)


Así, he llegado a Michael Haneke. Haneke habla de todo esto en sus películas. Habla de la condición humana más profunda, habla de la violencia, habla del racismo, de la incomunicación, de la perversión, de la represión, de la sociedad. Y es que Haneke lo sabe: "No se puede inventar nada peor que la realidad", pero al mostrártelo te das cuenta de que él mismo sufre, se avergüenza de eso. No cabe interpretación, no hay preguntas del estilo de ¿por qué un director hace esto? No, porque Haneke no necesita provocar al mundo.

Las películas de Haneke no cuentan historias, sino que colocan al espectador en una escena real, ni más ni menos explícita, para hacerle partícipe, para que sea el espectador el que presencie, el que asimile, el que saque conclusiones. Y eso molesta. Y por eso gusta o se aborrece.

Es lo más parecido a leer un libro que se ha hecho en cine, Haneke te sitúa y luego te obliga a imaginar, a pensar, a hacerte preguntas. Por eso, lo que para unos son recursos cinematográficos pretenciosos e infumables, para otros son ventanas a la imaginación: Los planos largos de los que abusa Haneke en sus películas, esos en los que a veces no ves más que una cara y a veces solo una pared o una puerta, se convierten en momentos sobrecogedores, en pausas para darte cuenta de lo que en realidad se propone el director, que es remover en tu interior, en lazos que te atan a la escena y te obligan a vivirla, aunque sea fuera de plano. Brillante. Es entonces cuando sabes que vas a tener película para rato, porque sus películas no sólo se ven, se piensan. Te las llevas casa, como un folleto que releerás en silencio por el camino de vuelta y al día siguiente en el desayuno... y dos semanas después. Te das cuenta de que cada plano, cada detalle en esa película tiene un porqué y quieres saberlo.

Una de sus películas más famosas es Funny Games, en la que precisamente se toca todo aquello de lo que hablé en post anteriores, de la violencia y en especial de la violencia visual a la que estamos sometidos/enganchados. Del cine, de la televisión. Y el resultado es espectacular. Haneke logra enredar al espectador en la trama, haciéndole cómplice sin querer y terminando por convertirle en objeto de reproche, como el mismo tema de la película. Magistral. Él mismo llegó a decir que si la película había gustado, probablemente era porque no se había entendido... Una bofetada más al espectador.

Y fue aún más allá: La película, rodada en 1997, con actores europeos y en alemán, tuvo buena acogida, pero claro está, quedó fuera de un mercado en el que probablemente tuviera gran parte de sus destinatarios, el mercado norteamericano. Así, Haneke, ni corto ni perezoso, decidió hacer un remake de su propia película, con famosos actores norteamericanos para que se exhibiera en EEUU y, por qué no, para llegar a nuevas hornadas en Europa. Eso sí, no movió ni una coma ni una imagen: grabó un remake idéntico, plano a plano, a su predecesora. ¿Por qué iba a cambiarla si tan actual era entonces como 10 años después?

Si hoy por hoy, le preguntas a alguien por Funny Games, seguro te remite a su versión de 2007 "Que buena peli de terror, con Naomi Watts" oirás, seguramente. Y Haneke en casa... deshuevado pensarán unos pero, probablemente, lamentándose profundamente.

Su última película, "La cinta blanca", estuvo nominada en la pasada edición de los Oscar a "mejor película de habla no inglesa" o como se llame la categoría. Al final no obtuvo el premio, en favor de "El secreto de sus ojos" (gran película por otra parte).

Lo primero que siempre se dice de "La cinta blanca" es que trata de los orígenes del nazismo, y en parte es así, puesto que se ambienta en ese momento de la historia, pero en el fondo habla una vez más sobre el hombre. La perversión de los ideales, el terrorismo ideológico, el fanatismo y la represión... problemas, como dice el propio director, que afectan a toda la humanidad, que pueden suceder en cualquier lugar del planeta y en cualquier momento. Una película imprescindible.

En fin, así es Haneke; es el mayordomo que te da el algodón para que tú mismo lo pases en ese rincón... y el algodón no engaña: Está negro.

Niño B


Prometo que se acabaron los tochos... de momento. Gracias a los que me aguantáis. No vale sólo ver los dibujitos, ni leerse sólo el título y el último párrafo.

lunes, 4 de octubre de 2010

Al final, Haneke (II)


Tras dejaros unos días para reflexionar, vuelvo a la carga:


Antes de irme dejé algunas preguntas en el aire y no seré yo quien trate de responderlas, al menos directamente, pero me gustaría seguir contando cosas...

No sé si es cuestión de la edad o qué, pero lo cierto es que poco a poco me fue dejando de atraer el cine gore , incluso el de terror, hasta llegar a un punto en la actualidad, en que no veo mucho cine así; para ser sincero, no veo mucho cine ya. La verdad es que se hace mucha basura dentro de este género, lo que probablemente tenga la culpa de que no vea estas películas.

Por otro lado, desde hace años, ha surgido un nuevo género o no sé cómo calificarlo, que sirve al espectador un festín de violencia absoluta casi a modo de divertimento. Aquí podríamos incluir a Tarantino entre otros.

Hoy, la violencia ha dejado de ser un comportamiento horrible que brota de los rincones más oscuros del hombre a ser un factor explícito en nuestras vidas, un vehículo de diversión, un medio para contarte una historia, una perífrasis innecesaria para abordar cualquier cosa.

Como afirma Juan Orellana en su artículo "Cine y violencia", algunas películas "se han situado en un terreno neutral, en el que la violencia queda despojada de cualquier connotación antropológica, y se reduce a algo epidérmico, carente de verdadera entidad dramática. Es violencia sin significado". Y yo me pregunto ¿podemos extrapolar esta reflexión a una escala mucho más grande? ¿Un proceso similar es el que sufre la sociedad? Probablemente no, quizá a nivel social la violencia no sea tan "epidérmica" sino algo más "crónico", como un lunar que tienes ahí, que no te molesta... aunque tienes la certeza de que no son imaginaciones tuyas cuando te parece que crece con el paso de los años.

La pregunta hoy es si esa violencia sin significado contribuye a maquillar (o a aumentar) la "otra violencia", la que sufrimos fuera del cine.

Quizá la banalización, la cotidianidad de la violencia en el séptimo arte (y en otros) sea un reflejo del hombre, un reflejo de la tibieza ética que sufrimos. La humanidad se diluye en el instinto, la competitividad guía nuestras acciones... mientras, desconectamos de esta "carrera de ratas" y reafirmamos nuestra autocomplacencia viendo unos cuantos litros de sangre ¿en el cine? No, en el telediario.

Bueno, que me piro... ¿Que por qué estoy tan metafísico? Porque recientemente, se ha estrenado (no en España) una película de ¿terror? de la que por casualidad leí una crítica. Curioseando, empecé a leer las típicas afirmaciones que hemos oído otras veces y que casi siempre ha sido para darle mayor publicidad a la cinta, carente de otras bondades. Que si es la película más fuerte jamás rodada, que si en no sé qué países se ha prohibido, que si no sé cuántas personas se salieron del cine en el estreno... El caso es que poco a poco fui descubriendo detalles de la cinta, su argumento y determinadas escenas y cada vez estaba más convencido de que esa película estaba totalmente fuera de lugar. Y entonces me acordé de mi amiga, sí, aquella de la que hablé el otro día. Y me di cuenta de que, en parte, llevaba razón; nunca se la quité de inicio, sólo que ahora empezaba a ponerme un poco más de acuerdo con ella. Y no en lo de que yo estaba mal de la cabeza, que ya lo sabíamos de inicio, sino en que no se comprende el fondo de la cuestión.

Y es que esta película traspasa barreras morales infranqueables, que te llevan a preguntarte ¿por qué? ¿por qué un director de cine hace esto? ¿por qué hay gente que ve esto? y más aún ¿cómo puede gustar? Y todavía hay quien la defiende buscando un trasfondo psicosocial que eleva al director a sociólogo retratista del estado de todo un pueblo. ¿Y qué si es así? ¿El fin justifica los medios? Y es que parece, amigos, que hasta yo tengo un límite.

Extraída del mismo artículo mencionado antes os dejo, para terminar, esta otra reflexión, cita de Vicente Molina Foix:

"(...) la profunda perversidad de este modo de entender el arte (...) alude a una característica de nuestra sociedad que consiste en plantear cuestiones morales en un plano -artificial- que está más allá de la esfera de lo humano (...) donde cualquier decisión se torna neutra, aséptica. Con posiciones del tipo "el cine es el cine" o "el arte es el arte" estos directores se distancian de cualquier responsabilidad moral respecto de sus propias creaciones (...) Del efecto que estas películas puedan tener sobre la mirada de las personas que las ven, estos realizadores no quieren saber nada."

Y ese, ay amigos, ese es uno de los problemas fundamentales de la humanidad, que no queremos saber nada. Pero nada de nada.

Siento alargarme, pero es que el tema da para mucho. A los que estáis con la duda: No, no es Haneke el director. Y sí, prometo hablar de él.